C desnuda 61 - Censura - Instagram


¡Hola y bienvenidos!




Es un placer recibirlos en su podcast : C desnuda la Piel en este nùmero 61 hablaremos de la Censura, de poesía,  de libertad, de creatividad, de madurez y de la revista Cuartoscuro en su ejemplar de Marzo - Abril de 2008 dedicado a la Erotomania y al erotismo.


Con textos de Walt Whitman, Macario Matus, Nikos Kazantzakis, Leòn Felipe y obra de Georges Bataille



Ricardo Marìa Garibay - Horizonte 3




¿Existe la Censura?




 Ricardo Marìa Garibay - Horizonte 2



Mariano Aparicio - Amante Figuerez 



Mariano Aparicio - de la serie Entre actos


¿Es necesaria?

 Ruben Pax - Venus II 




¿Existe la fotografia eròtica en Mèxico?


 Jorge Camarillo - Ana II 


 Monica Cardenas de la Serie Con y sin nostalgia



Luis/caballo - Acurrucada en el sueño , que sueña, se sueña 




¿Cuàl es la linea que divide eròtismo de pornografia?

Cuitlahuac Correa - Carta de Julio de 1993 



Cuitlahuac Correa - Carta de la pareja 






Fragmento de Madame Edwarda
Georges Bataille



En medio de un enjambre de muchachas, desnuda Madame Edwarda sacaba la lengua. Ella era, para mi gusto, encantadora. La elegí: ella se sentó cerca de mí. Apenas tuve tiempo de responder al mozo: tomé a Edwarda que se abandonó: nuestras bocas se juntaron en un beso enfermo. La sala estaba abarrotada de hombres y de mujeres y tal fue el desierto donde el juego se prolongó. Un instante su mano se deslizó, y yo me quebré de pronto como un vidrio, y temblé en mis pantalones; sentí a Madame Edwarda, de quien mis manos contenían las nalgas, ella misma al mismo tiempo desgarrada; y en sus ojos más grandes, dados vueltas, el terror, en su garganta un largo estrangulamiento. Me acordé que había deseado ser infame o, más bien, que hubiera sido necesario, de toda fuerza, que eso ocurriera. Adivinaba risas a través del tumulto de las voces, las luces, el humo. Pero nada contaba ya. Apreté a Edwarda en mis brazos, ella me sonrió: enseguida, transido, volví a sentir en mí un nuevo choque, una suerte de silencio cayó sobre mí de lo alto y me heló. Era elevado en un vuelo de ángeles, que no tenían cuerpos ni cabezas, hechos de deslizamientos de alas, pero era simple: me volví desgraciado y me sentí abandonado como lo estás en presencia de Dios. Era peor y más loco que la embriaguez. Y ante todo sentí una tristeza ante la idea de que esta grandeza, que caía sobre mí, me robaba los placeres que yo contaba con Edwarda. Me encontré absurdo: Edwarda y yo habíamos cambiado dos palabras. Experimenté un instante de gran malestar. No hubiera podido decir nada de mi estado: ¡en el tumulto y las luces, la noche caía sobre mí! Quise atropellar la mesa, tirarlo todo: la mesa estaba empotrada, fijada en el suelo. Un hombre no pudo soportar nada más cómico. Todo había desaparecido, la sala y Madame Edwarda. Sólo la noche...
(...)
La segundona tomó mi dinero, me levanté y seguí a Madame Edwarda cuya desnudez tranquila atravesó la sala. Pero el simple pasaje de en medio de las mesas abarrotadas de muchachas y clientes, ese rito grosero de la “dama que sube”, seguida por el hombre que le hará el amor, no fue en ese momento para mi más que una alucinante solemnidad: los talones de Madame Edwarda sobre el suelo embaldosado, el contoneo de ese largo cuerpo obsceno, el acre olor de mujer que goza, humeando para mí, de ese cuerpo blanco... madame Edwarda iba delante de mí... en nubes. La indiferencia tumultuosa de la sala a su felicidad, a la gravedad mesurada de sus pasos, era consagración real y fiesta florida: la muerte misma era de la fiesta, en eso de que la desnudez del burdel llama al cuchillo del carnicero. 
"



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Escrito Pieladentro por Claudia Contreras

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