Miércoles de cine - Bigas Luna







El cine español, los erotómanos y los amantes de las historias bizarras están de luto con el fallecimiento de Bigas Luna,

Después de una batalla contra el cáncer, perdida a los 67 años, se va Bigas Luna, dejándonos un puñado de buenas películas, en donde hizo gala de un erotismo transgresor y retrató la “españolidad” desde su lado más truculento.

Una de las historias más inquietantes del cine contemporáneo la ofreció Bigas Luna en “Jamón Jamón”, llena de personajes bizarros y ambientada en parajes desérticos donde Javier Bardem (un descubrimiento de Bigas Luna) interpreta a un jamonero (curtidor de jamones)

Las escenas frenéticas de Bardem corriendo con su moto, lamiendo los pechos de Penélope Cruz (otro descubrimiento de Bigas Luna), toreando desnudo y peleando entre jamones con Jordi Mollá hacen de ésta, si no la mejor película de Bigas, al menos sí un rosario de imágenes desasosegadas, que inclusive ya para 1992 escandalizaban a la gente en las salas de cine.

Pero el debut de Bigas Luna en el cine no fue la aclamada “Jamón Jamón” sino “Tatuaje”, de 1976, basada en una novela de su coterráneo Manuel Vásquez Montalbán, quien colaboró con el propio Bigas Luna en el guión. En “Tatuaje” el cadáver de un hombre aparece flotando en las aguas del puerto de Barcelona. No presenta signos de violencia, y su única identificación es un tatuaje en el brazo, en el que puede leerse: “He venido para revolucionar el infierno”.

A los críticos no les gustó, les pareció una adaptación malograda de la novela, a pesar de que ahí ya estaba el germen de lo que sería el “mundo Bigas Luna”: las bajas pasiones humanas, los seres amorales y la podredumbre de la sociedad actual.

Pero el verdadero Bigas Luna comenzó a mostrarse en filmes posteriores, como “Bilbao”, 1978, y “Caniche”, 1979. En el primero contó descarnadamente la historia de un psicópata que secuestra a una prostituta para tenerla en exclusiva. (Y fíjense ustedes que esto ocurrió antes, mucho antes de que llegara Almodóvar e hiciera algo parecido en ¡Átame!).

En “Caniche” (aparente título de película infantil pero con tema que rozaba el bestialismo), narra la extraña relación de dos hermanos y un perro. Ese tipo de historias le comenzaron a valer los aplausos en festivales como el de Cannes, y también, cómo no, el que otro erotómano y transgresor (Marco Ferreri) impulsara sus películas en Italia.

Aunque no sean sus mejores películas, dos de las que recuerdo con mayor intensidad (tal vez por la calentura que me produjeron) fueron: “Lola”, de 1985, con una bellísima Ángela Molina en el rol de una mujer maltratada (a la que le gusta) y “Las edades de Lulú”, de 1990, que incluía escenas de sadomasquismo bastante perturbadoras (otra vez con Bardem, sin duda el actor fetiche de Bigas Luna).
Con “Las edades de Lulú”, basada en el libro de Almudena Grandes, Bigas Luna rozó lo porno, según los moralistas y en ese delgado hilo se mantendría en muchos de sus filmes, inclusive uno de 1996, “Bambola”, donde dirigió al cubano Jorge Perugorría, su nuevo Javier Bardem hablando italiano con acento habanero.

En “Bambola”, tal vez la peor película de Bigas Luna, Perugorría le dio vida a un ex presidiario que se obsesiona con una bella campesina (Valeria Marini), pero la historia resulta de comienzo a fin tan disparatada y enrevesada que no resulta creíble. Lo único creíble es el cuerpo escultural de Valeria Marini, quien en el 80% de sus escenas aparece desnuda.

Este hedonismo por el sexo, que recreó con muchos altibajos, lo descubrió Bigas Luna a mediados de los años setenta, cuando rodó algunos cortos como aquel de una mujer que descubre los nuevos usos que puede darle a su secador de pelo.
 Bigas es un cineasta de garra que sabía contar historias y penetrar como nadie en los más sórdidos entresijos del alma humana.

Para mí, los mejores trabajos de Bigas Luna, casi en la categoría de obras maestras, son “La teta y la luna”, de 1994, Ossella de Oro al mejor guión Festival de Venecia 1994, y “La camarera del Titanic”, de 1997. En ambas el erotismo de Bigas se vuelve más refinado y, ¿por qué no decirlo?, hasta poético.
Inolvidable la escena onírica en “La teta y la luna” entre Tete (el niño), Estrellita -la madre que le da el pecho- y Miguel vestido de ángel. Por cierto, Bigas Luna fue el primero en poner la palabra “teta” en el título de su película, mucho antes  de “Sin tetas no hay paraíso”,

Con Bigas Luna se va un grande del cine ibérico, que hasta el final no paró de filmar. En sus últimos días andaba ocupado en adaptar la novela de Manuel de Pedrolo, “Mecanoscrito del segundo origen”, una película que según su familia va a ser terminada y está dedicada al nieto del director.

Bon vivant, socarrón, jovial, ecologista, el viejo Bigas Luna estaba dedicado a sus burros y a los quehaceres del campo. Sus películas nos recordarán siempre la condición más incómoda del ser humano, pero también sus momentos más sublimes, expresados, claro, a través del erotismo más jubiloso.




La carta de Javier Barden

No sé qué decir, ni cómo. Y mucho menos escribirlo. A Bigas le debo una mujer que amo, dos amigos del alma y una carrera que nunca soñé con poder tener. ¿Qué puedo añadir al eterno y profundo agradecimiento que siento hacia él? Solo el inmenso cariño que siento hacia una persona que siempre fue noble, libre, buena, amorosa y ligera… ¡Esa ligereza emocional de Bigas que tanto envidiábamos muchos! Como hombre inteligente que fue le recuerdo siempre elegir la sonrisa, el amor y un buen trozo de jamón antes que el drama y la angustia ante cualquier conflicto. Qué maravilla ese alma liviana con cuerpo de oso… Qué regalo esa ironía en positivo siempre, esa ausencia de malicia frente a la vida... Qué lecciones de ética vital cada vez que te miraba en silencio y sonriente, invitándote a ser feliz por encima de todas las estúpidas y prescindibles cosas que lo evitan. Un hombre sabio de verdad en la más sencilla y simple piel, con el paladar más agradecido a los milagros de la tierra y el mar.
Todavía recuerdo mi primera caracolada en Barcelona con él. Tras dos horas, dos visitas a la cocina y tres cacerolas a rebosar para los dos saqué mi bandera blanca mientras el reía y me decía..."aaayyy.. Benito.. Hacen falta muchos huevos de oro para compartir mi mesa". Desde entonces a los caracoles solo los puedo ver en los cuentos.
Penélope, Jordi y yo vivimos nuestro primer sueño profesional de su mano. Y nos cuidó con tanto cariño, respeto, apoyo y criterio que hizo que ninguno de los tres dudásemos en hacer de esta nuestra profesión. Nos regaló el placer de soñar despiertos por primera vez, y nos llenó el corazón de fe, ilusión y amor por nuestro trabajo. A él le debemos el creer que es posible vivir tu sueño y la fuerza, la fe para luchar por él.
Para mí fue como un padre que me llevó de la mano y al que le debo tantas cosas… Cosas hermosas, buenas, inteligentes.. Como reconocer y degustar cada sabor que te ofrece la vida por muy amargo que sea para digerir solo aquello que nos pueda alimentar de verdad, y si es posible con un buen vino. Mi querido Papá Bigas este plato de hoy me es muy difícil de tragar, la verdad, no sé cómo hacerlo. Lo mojaré con todo mi amor, mi respeto, mi admiración y mi eterno agradecimiento por ti. Y te tendré siempre dentro de mí, alimentándome.
Te quiero mucho. Te agradezco todo. Para siempre mi Papá Bigas
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